Nací en México, un lugar que siempre he llamado hogar. Mi mamá es de otro estado diferente al que vivimos y desde pequeña me contaba historias sobre su niñez, lo que fue despertando una gran curiosidad por conocer el lugar.
Cuando tenía cuatro o cinco años, viví una experiencia que nunca olvidaré: alguien me atropelló con una bicicleta y me quebré el pie. Aunque no recuerdo mucho del accidente, sí tengo muy presente lo pesado que era el yeso y cómo mi papá tuvo que cargarme a todas partes durante ese tiempo.
En la primaria, me iba muy bien en la escuela y solía recibir diplomas por mis buenas calificaciones. Sin embargo, en algún momento me desvié un poco y no sé qué pasó je.
Al crecer, mis abuelos fueron una parte fundamental de mi vida. La muerte de mi abuelo, cuando yo tenía nueve años, fue mi primer encuentro con una pérdida real y profunda. No sabía cómo manejar ese dolor. Cuando mi abuela falleció dos años después, fue diferente. Al principio, no sentí nada, como si mi cerebro no pudiera procesarlo. No fue sino hasta el día siguiente que la realidad me golpeó y empecé a llorar. Esa experiencia me enseñó que el duelo se vive de maneras distintas.
Siempre he amado a los animales. De niña, en algún momento, llegué a tener once perros. También me gustaban los gatos, pero mi mamá no quería uno en casa. Un día, para mi sorpresa, me preguntó si quería adoptar uno, y sin dudarlo dije que sí. Así llegó Patricio a mi vida. Ahora tiene tres años y es una parte importante de mi hogar. También tengo una perrita llamada Canela, que recibí como regalo de cumpleaños. A pesar de los años, sigue siendo tan enérgica como siempre.
Considero que la secundaria fue la mejor etapa de mi vida escolar. Conocí personas que, hasta la fecha, siguen siendo parte de mi vida y a quienes valoro mucho. La preparatoria, en cambio, no fue tan significativa. Cuando la terminé, me sentí perdida y confundida sobre qué estudiar, así que decidí tomarme un año sabático para pensar en ello.
A los diecisiete años, finalmente visité el hogar de mi mamá. Fue una experiencia inolvidable. Ver con mis propios ojos los lugares de sus historias fue algo muy especial para mí.
En el amor, no he tenido mucha suerte. Lo más cercano a una relación que tuve fue a los dieciocho años, pero no terminó muy bien. Aprendí mucho de esa experiencia y, aunque me dejó con la impresión de que el amor puede ser complicado, también me enseñó sobre mí misma.
Con el tiempo, me di cuenta de que no siempre me sentía cómoda en mi propia casa. De niña no lo notaba, pero al crecer, empecé a ver cosas que antes pasaban desapercibidas. Aunque es mi hogar, también ha sido un lugar donde he tenido que aprender a manejar situaciones difíciles.
Mi relación con mi mamá es buena, aunque a veces discutimos siempre está ahí para mí. Con mi papá es diferente; aunque está presente, a veces siento una distancia entre nosotros. Aun así, valoro mucho su presencia en mi vida.
También tengo un hermano mayor que yo, y a pesar de la diferencia de edad, siempre hemos sido cercanos.
Los primeros semestres de la universidad fueron difíciles. No estaba segura de si había elegido la carrera correcta, y eso me generaba muchas dudas. Ahora, en este semestre, me siento un poco más conectada con lo que estudio. Aunque sigo teniendo dudas, he encontrado motivaciones que me hacen pensar que este podría ser mi camino.
Sobre el futuro, no tengo una idea clara de lo que quiero, pero hay ciertas cosas que sí visualizo. Me gustaría vivir sola en una casa pequeña pero cómoda, rodeada de muchos gatos, con aroma a café y vecinos lo suficientemente lejos como para disfrutar de la tranquilidad.
En cuanto a la muerte, no sé cómo me gustaría que llegara, solo espero que no sea dolorosa, si no es mucho pedir. ☁
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